Mis prisas se han vuelto más lentas y ya no me urge tanto llegar como disfrutar el camino.
Me ha empezado a importar más el sabor del café que la opinión de los demás.
A veces llego tarde a algunas reuniones, no por impuntual, sino porque valoro más mi tiempo.
He soltado la nostalgia del pasado y el afán por el futuro para poder disfrutar mi presente.
… eso y algunas otras cositas más.